Fue probablemente Reuben Fine, también ajedrecista de élite, además de psiquiatra, quien mejor definió al genial Rudolf Charousek (1873-1900), fallecido a los 26 años de tuberculosis. “Reproducir las primeras partidas que produjo es como leer la poesía de John Keats [muerto a los 25]: no puedes dejar de sentir un doloroso y opresivo sentimiento de pérdida, de promesa incumplida”, dijo el ilustre estadounidense.