La situación dejó de piedra a los investigadores. Uno de los jardineros amontonado en la plantación que acaban de desmantelar no sabía ni siquiera que la gente, en la calle, llevaba desde hacía meses mascarilla, a causa de la covid. Llevaba más de un año encerrado en ese habitáculo, con colchones en el suelo, unos contra otros, ollas esparcidas por mesas, botellas con líquido amarillo, cartones a modo de cama con nórdicos tirados encima. Pseudoestancias sin ventanas, con ropa tendida en cuerdas y repletas de suciedad. Tres años después de aquella operación policial, una sentencia pionera de la Audiencia de Barcelona ha condenado a 15 años y medio de prisión al cabeza de serpiente, Wanqi H., por trata de personas con finalidad de explotación delictiva, además de inmigración clandestina, tráfico de drogas, grupo criminal y falsedad documental. Expertos policiales aseguran que es una de las primeras veces que se aplica un delito de trata para jardineros explotados en plantaciones.