
Que en las desigualdades de género las mujeres salen perdiendo es sabido. En Barcelona, cada cinco años el Ayuntamiento lo mide en su informe El género en cifras, condiciones de vida de las mujeres en la ciudad, que peina números laborales, de salud, condiciones de vida o movilidad, con el objetivo de mejorar las políticas públicas. Es un compendio de datos cuantitativos publicadas por fuentes oficiales e informes o encuestas de la propia Oficina Municipal de Datos u otros organismos, como la Agencia de Salud Pública. El resultado constata que en la capital catalana las mujeres son más pobres, viven más solas, más de alquiler y están peor pagadas que los hombres. Un círculo diabólico, porque la vivienda es el principal gasto de los hogares. Como lo es que las peores condiciones laborales (más trabajo parcial y temporal) y la brecha salarial condiciona derechos futuros, como las pensiones. En las cuestiones en las que ellas superan con indicadores a los hombres figuran las horas dedicadas al trabajo doméstico, el uso de equipamientos culturales o transporte público y la esperanza de vida. Las barcelonesas viven cinco años y medio más que los hombres, pero los viven en peor calidad.