Por ahora son solo amenazas, pero pintan un futuro turbulento. “Más que poner a la policía de Denver en la frontera del condado para mantenerlos fuera, tendrías a 50.000 denverianos allí. Es como el momento de la Plaza de Tiananmén con la rosa y la pistola”, dijo desafiante en una entrevista con un medio local el alcalde de Denver, Mike Johnston, hace unos días. Estaba hablando de la posibilidad de que la entrante Administración de Donald Trump mande agentes federales o miembros de la Guardia Nacional provenientes de otros Estados para hacer redadas migratorias en la capital de Colorado, que al ser una “ciudad santuario” no colabora con el Gobierno central en materia migratoria. ”No vamos a vender esos valores a nadie”, añadió Johnston, “no nos van a intimidar para que los cambiemos”.