El chileno Carlos Valdebenito nació con un fino oído musical en una familia de agricultores. A los 12 años, caminaba por las calles de Valparaíso cuando escuchó un sonido que lo arrastró hasta la Iglesia de los Sagrados Corazones. Un hombre tocaba un órgano Cavaillé-Coll, de 1871, un instrumento que nunca antes había visto. Se quedó 40 minutos hipnotizado con la potencia y majestuosidad del sonido. Dice que fue algo similar a cuando te enamoras, a estar frente a un dragón que escupe fuego. Acudió a su profesor de música, quien tampoco conocía el instrumento, y juntos descubrieron sus cualidades en las enciclopedias. Pasaron cuatro años desde ese encuentro fortuito en la ciudad puerto hasta que se sentó a tocarlo. No lo ha dejado de hacer desde entonces, pero en el camino, su fascinación derivó en repararlos. Y en construirlos. Hoy, con 54 años, es el único organista chileno que los fabrica.