Era cuestión tan solo de diplomacia que la sidra asturiana y su cultura se convirtiera en patrimonio de la humanidad tras casi una década de trabajar por ello. La bebida tradicional que desde hace siglos conforma un modelo social con usos y costumbres bien definidos, necesitaba el impulso que este miércoles le dio la Unesco al incluir, sin ningún matiz, la cultura sidrera en el catálogo de bienes inmateriales de la humanidad.