Cuando Jonathan Mishaan (Bogotá, 40 años) regresó a Colombia, en 2012, y montó su primer emprendimiento –una empresa que ayudaba a invertir los recursos de patrimonios de compañías o familias de manera activa–, se dio cuenta de la alta exclusión financiera que había en el país. Por un lado, ese fenómeno llevaba a los colombianos de escasos recursos a recurrir al crédito y endeudamiento informal con los peligros que ello implica; por el otro, frenaba el desarrollo económico de Colombia: “Si no hay un crédito accesible para todos, la capacidad de crear negocios o empresas así sean pequeñas también se reduce. En esa pequeña y mediana economía también se encuentra el desarrollo del país”, dice.