Kate Middleton ha logrado, aunque la razón sea una enfermedad que hubiera preferido no tener, que los británicos aguarden el futuro sin impaciencia. Cuando la princesa de Gales apareció el pasado 10 de noviembre durante la celebración del Domingo del Recuerdo en el balcón del Ministerio de Asuntos Exteriores, frente al Cenotafio de la avenida londinense de Whitehall, el monumento en honor de los caídos en las últimas guerras, la impresión reflejada en muchos medios de comunicación fue la de una “reina a la espera” (queen in-waiting).