
Y al cuarto día, el presidente surcoreano, Yoon Suk-yeol, después de provocar una de las mayores crisis políticas e institucionales del período democrático en el país asiático y enrocarse en un sorprendente silencio, al fin ha hablado. Ha comparecido este sábado, a las 10 de la mañana, hora local, con el rictus serio, corbata roja, ojeras abultadas. Ha hecho una declaración fugaz, de apenas minuto y medio, que ha parecido leer del teleprompter: “Lo siento sinceramente y pido disculpas a la gente, que debe haberse sorprendido mucho”.