Muchas veces nos sorprende cómo diversos personajes triunfan con discursos simples, fantasiosos, algunas veces terribles o cargados de contradicciones, pero gracias a su carisma y vehemencia consiguen convencer al electorado. Ahora estamos viviendo un resurgimiento de los líderes populistas que arrasan en las elecciones en diferentes países y esperemos que la cosa no vaya a más. Puestos a ser gobernados, es preferible la competencia al carisma y la justicia social a la vehemencia. Este problema no solo sucede en política, también puede pasar en la ciencia, y la propia ciencia también lo ha estudiado.