Recuerdo que una vez el historiador de las ideas Paco Fernández Buey me contó cómo, al calor cuasihegemónico del PSUC como fuerza antifranquista, algunas gentes pudientes de Barcelona tenían como proyecto ir a trabajar a las fábricas para así “proletarizarse”. Paco me lo contaba con esa media sonrisa propia de los sabios y los viejos marxistas (si es que tal cosa no es redundante). Años más tarde, aquel intento de proletarización, se revelaría, sencillamente, como una excentricidad más de niños ricos, narcisistas y moralmente hipocondríacos.